Había una vez un cerrajero al que acusaron injustamente de unos delitos y lo condenaron a vivir en una prisión oscura y profunda. Cuando llevaba allí algún tiempo, su mujer, que lo quería muchísimo se presentó al rey y le suplicó que le permitiera por lo menos llevarle una alfombra a su marido para que pudiera cumplir con sus postraciones cada día. El rey consideró justa esa petición y dio permiso a la mujer para llevarle una alfombra para la oración.
El prisionero agradeció la alfombra a su mujer y cada día hacía fielmente sus postraciones sobre ella. Pasado un tiempo el hombre escapó de la prisión y cuando le preguntaban cómo lo había conseguido, él explicaba que después de años de hacer sus postraciones y de orar para salir de la prisión, comenzó a ver lo que tenía justo bajo las narices. Un buen día vio que su mujer había tejido en la alfombra el dibujo de la cerradura que lo mantenía prisionero. Cuando se dio cuenta de esto y comprendió que ya tenía en su poder toda la información que necesitaba para escapar, comenzó a hacerse amigo de sus guardias. Y los convenció de que todos vivirían mucho mejor si lo ayudaban y escapaban juntos de la prisión. Ellos estuvieron de acuerdo, puesto que aunque eran guardias comprendían que también estaban prisioneros. También deseaban escapar pero no tenían los medios para hacerlo.
Así pues, el cerrajero y sus guardias decidieron el siguiente plan: ellos le llevarían piezas de metal y él haría cosas útiles con ellas para venderlas en el mercado. Juntos amasarían recursos para la huída y del trozo de metal más fuerte que pudieran adquirir el cerrajero haría una llave. Una noche, cuando ya estaba todo preparado, el cerrajero y sus guardias abrieron la cerradura de la puerta de la prisión y salieron al frescor de la noche, donde estaba su amada esposa esperándolo. Dejó en la prisión la alfombra para orar, para que cualquier otro prisionero que fuera lo suficientemente listo para interpretar el dibujo de la alfombra también pudiera escapar. Así se reunió con su mujer, sus ex-guardias se hicieron sus amigos y todos vivieron en armonía. El amor y la pericia prevalecieron.
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En Oriente, las alfombras poseen un simbolismo muy singular; en cada caso, este se manifiesta por medio de sus colores y diseños. De ahí que su posesión o el hecho de regalarla, pueda ser entendido de manera muy precisa por aquellos que conocen las costumbres de cada cultura.
Sin embargo, el gran poder de la alfombra mágica reside en que es aquella que ha sido especialmente diseñada para utilizarla durante la meditación y también para orar. Cuando alguien se sienta sobre “su alfombra” busca elevarse del plano de la cotidianeidad y penetrar en otras latitudes desconocidas. Por eso es mágica, porque permite transportar al que la posee, a otras dimensiones.
Hay cientos de historias sobre alfombras voladoras y tapices que contienen un dibujo que es el plano para escapar de la cárcel o el mecanismo de la cerradura de su celda.
Se me ocurre imaginar el dibujo de nuestro árbol genealógico como un mapa que puede servirnos para realizarnos en la vida…
fuente:PlanoCreativo
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